Crónicas Urbanas
No.6
Crónica de una metodología para la genealogía
de las familias paceñas (*)
Gilberto Piñeda Bañuelos
Hace alrededor de tres años, habiendo publicado dos artículos en la página de Opinión de El Sucaliforniano, uno relacionado con los cuidadores del panteón de Los Sanjuanes, específicamente sobre la familia Juárez y otro sobre la Guía Familiar de Baja California de Don Pablo L. Martínez que acababa de ser reeditada por el Archivo Histórico Pablo L. Martínez; en aquel entonces recibí un llamada de un respetable médico descendiente de las viejas familias paceñas, de la generación inmediata anterior a la mía, para comentarme sobre las genealogías familiares que tenían origen en el siglo XIX y que él estaba trabajando en sus tiempos libres.
Gracias a esa llamada y a dos o tres entrevistas que tuve con él, y a las informaciones que me proporcionó muy amablemente, lo cual agradezco profundamente, me estimuló mucho a pensar cómo hacerle para que todas aquellas familias paceñas cuyos abuelos, bisabuelos y tatarabuelos habían llegado o habían nacido en el siglo de formación del puerto de La Paz, el siglo XIX, empezaran a interesarse en las historias familiares. Este médico me enseño, que en los tiempos libres, aunque sean pequeños, podemos ir reconstruyendo la memoria histórica familiar y de la propia ciudad de La Paz, pues después de la pérdida de memoria y la pérdida de identidad, lo que queda es el OLVIDO, exactamente lo que le empieza a pasar al patrimonio cultural edificado de la ciudad-puerto La Paz.
Por supuesto que nunca pensé en los historiadores de profesión o de oficio, sino en las personas comunes que nacieron a mediados del siglo XX y que todavía tienen la fortuna de tener vivos a sus padres, a sus tíos y tías, o a sus abuelos y abuelas. Ellos y ellas seguro que tienen en sus baúles de los recuerdos muchas fotografías de ellos, de sus familiares y de la ciudad; ellos mismos y ellas mismas son testimonio vivo de lo que vivieron en la Paz, por eso, creo, y estoy convencido que desde sus casas estos paceños y paceñas pueden empezar una TAREA DE TIEMPOS LIBRES, pero necesaria, porque cuando pasen 20, 30, 50 o 100 años más, las familias paceñas del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, quedarán literalmente “hechas polvo”, es decir en el olvido y por eso es necesario que las familias de paceños y paceñas emprendan esta tarea, antes de que sea demasiado tarde. Como dije, esto no es necesario dejárselos a los historiadores profesionales, ellos y ellas tienen otros intereses, que son estrictamente académicos y laborales, aunque si lo hicieran, obviamente que quedarían más “consistentes”, pero para el caso de la memoria histórica de los paceños, no es necesaria tanta cientificidad, basta con recordar e imaginar las prácticas pasadas de los paceños en la ciudad y en los hogares de la ciudad.*
Para empezar esta tarea, no pueden faltar en los hogares la Guía familiar de Baja California (1965) de Don Pablo L. Martínez y Forjadores de Baja California (1974) de Carlos Domínguez Tapia, que son la referencia suficiente y necesaria para emprender esta tarea; claro, si cada familia puede o tiene tiempo, puede empezar a buscar en la Internet, o visitar los archivos del registro civil y parroquial, o relacionarse entre familias paceñas de diferentes ramas familiares que tienen su origen en el siglo XIX y que alguna vez compartieron y practicaron juntos la ciudad.
En el artículo al que me refiero sobre la Guía Familiar de Don Pablo L. Martínez planteé por primera vez un criterio metodológico para empezar esas historias, aceptando la hipótesis de Don Pablo en el sentido de que en la península de Baja California y en el puerto de La Paz, “el hombre blanco no mezcló su sangre con la raza autóctona sino por excepción”. O sea, la Paz se formó a principios del siglo XIX con personas que llegaron de otras entidades de la naciente nación independiente o del extranjero, verán que si hacen el ejercicio de su genealogía familiar paceña, encontraran que esto es así en la gran mayoría de las familias paceñas.
Repito aquí lo del artículo que escribí hace tres años para ver algo de los apellidos sudcalifornianos y paceños: Don Pablo encuentra que hay tres apellidos originarios de la población sudcaliforniana que proceden de finales del siglo XVII: Rodríguez, Márquez y Arce. El primero viene de Esteban Rodríguez Lorenzo, portugués, que llegó con el padre Juan María de Salvatierra para fundar la Misión de Nuestra Señora de Loreto, el segundo viene del soldado Nicolás Márquez, de origen siciliano, que también llegó con Salvatierra en el primer grupo de soldados; y el tercero fue otro soldado, Juan de Arce, de origen inglés, que llegó a la misión de Loreto al año siguiente de su fundación.
Por otra parte, Don Pablo señala que en el siglo XVIII hay 18 apellidos que aparecen con cierta regularidad en los documentos: Ocio, Romero, Carrillo, Verdugo, Ribera y Moncada, Castro, Verduzco, Sáenz, Ruíz, Ortega, Ceseña, Murillo, Salgado, Avilés, Talamantes, Aguilar, Villavicencio y Marrón; por otro lado, como el Real de Santa Ana fue el primer poblamiento no misional significativo en la península a mediados del siglo XVIII, Don Pablo destaca otros apellidos que proceden del lugar y que se conocen después de su fundación como los apellidos Cota, León, Duarte, Amador, Beltrán, Ajuque, Fajardo, Martínez, González, Lara, Flores, Moreno, Olachea, Morales, Barrera, Villa, Arballo, Gerardo, Geraldo, Cadena, Guerrero, Hirales, Ojeda, Orozco, García, Orantes, Álvarez, Mendoza, Estrada Domínguez y Calderón.
Finalmente, En el siglo XIX, Don Pablo destaca 9 apellidos de origen español, aunque algunos procedían de Filipinas como De la Toba, Montaño, Meza, Angulo, Navarro, Legaspi, Canseco, Ruffo y Villarino; mientras que anota 15 apellidos de origen no español como Smith (inglés), Sández (inglés), Pedrín (francés), Gibert (francés), Fiol (al parecer inglés, pues su verdadero nombre según Don Pablo era John Hastings), Collins (inglés), Maclis (inglés, que después evoluciona a Macklis), Gavarain (francés, originalmente Gavarine), Leggs (inglés), Robinsón (inglés), Fisher (estadounidense), Ritchie (inglés), Green (inglés), Corazón (estadounidense, originalmente Hearst) y Kennedy (estadounidense).
Esto es lo que dice Don Pablo, otra cosa es lo que cada familia paceña descubrirá si emprende la tarea de realizar en sus tiempos libres su propia genealogía familiar.
¿Cómo empezar?
1)Tomar como punto de referencia a los hermanos y hermanas que hayan nacido en La Paz en las décadas de 1930, 1940 y 1950 y que sepan por tradición oral de sus padres o por documentos que posean que sus antepasados llegaron o nacieron en La Paz en el siglo XIX o los primeros años del siglo XX, que serían los paceños primigenios. Por ejemplo: María Ofelia Guillermina y Gilberto Jesús se apellidan Piñeda Bañuelos, ella nació al iniciar la década de 1950 y él al finalizar la década de 1940.
2)Identificar las cuatro ramas familiares de la siguiente generación a las que pertenecen, por ejemplo Raúl, se apellidaba Piñeda Chacón y María del Rosario se apellida Bañuelos Isais, el nació en al finalizar la década de 1900 y ella al iniciar la década de 1910.
3)Identificar a las ocho ramas familiares de la siguiente generación, por ejemplo: Filemón Cecilio se apellidaba Piñeda Contreras y Victoria se apellidaba Chacón Meza, él nació al finalizar la década de 1860 y ella en a mediados de la década de 1870; Ignacio se apellidaba Bañuelos Cabezud y María Antonia se apellidaba Isais Marcq, él nació a finales de la década de 1860 pero llegó de Jalisco y ella nació en la década de 1880.
4)identificar a las diez y seis ramas familiares de la siguiente generación, por ejemplo: Victor se apellida Piñeda de la Cruz y Refugio se apellida Contreras Espinosa, él nació al finalizar la década de 1820 pero venía de Filipinas y ella nació a mediados de la década de 1840 pero venía de Todos Santos; Carmen se apellidaba Chacón Grijalva pero venía de Sonora y Sacramento se apellidaba Meza se desconoce su segundo apellido; Ignacio se apellidaba Bañuelos Tello y Rosario se apellidaba Cabezud pero se desconoce su segundo apellido, ambos veían de Jalisco; José Isidro Antonio se apellidaba Isais Cedano y Matilde se apellidaba Marcq Hermosillo, él nació mediados la década de 1840 pero venía de Nayarit, ella nació al finalizar la década de 1860.
5)Este mismo criterios se sigue para los cónyugues, hijos, nietos y bisnietos, de los hermanos que hayan sido referencia genealógica, por ejemplo: los hijos de María Ofelia Guillermina se apellidan Marmolejo Piñeda mientras que los hijos de Gilberto Jesús se apellidan Piñeda Verdugo; los nietos María Ofelia Guillermina se apellidan Marmolejo Martínez y Marmolejo Mariscal, mientras que los nietos de Gilberto Jesús se apellidan Piñeda Castro y Murillo Piñeda; el bisnieto de María Ofelia Guillermina se apellida Martínez Armenta.
En el ejemplo de estos dos hermanos son únicamente cuatro líneas familiares que es la de los padres en un segmento vertical: hacia atrás, padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos y hacia adelante, hijos, nietos y bisnietos, o sea en total siete u ocho generaciones; pero si la matriz genealógica de extendiera horizontalmente, al menos con las hermanas y hermanos de los padres y de los abuelos y se construyeran también los segmentos verticales, entonces la genealogía familiar de las familias paceñas que hicieran esto en los tiempos libres, pues resultaría un enorme contribución a la memoria del pueblo paceño.
¿Cómo seguir?
1)Para cada familiar identificado, al menos, registrar la fecha y el lugar de nacimiento, la fecha y lugar de fallecimiento en caso de que haya sucedido, el oficio que ejercía, los nombres de las calles y barrio donde vivían.
2)Colectar fotografías de cada núcleo familiar de cada generación e identificar al menos los nombres de los personajes que aparecen en la fotografía, el lugar donde se encuentran los personajes, la fecha aproximada de la toma y si se puede, el autor de la foto.
3)Solicitar a los familiares de las generaciones nacidos en las décadas de 1930, 1940 y 1950 sus testimonios y recuerdos de su infancia, adolescencia y juventud en la ciudad de La Paz.
¿Vale la pena utilizar parte de nuestro tiempo libre para emprender esta tarea contra el olvido?, me pregunto. Cuando era más joven pensaba que no era necesario, ahora pienso diferente, creo que sí.
Cualquier familia paceña que tenga interés en realizar su propia historia familiar en sus tiempos libres puede seguir este criterio o cualquier otro, lo importante es emprender esta lucha por la memoria y contra el olvido; y si lo quiere compartir o tienen alguna duda de esta crónica, se pueden comunicar a mi correo: gilbertojpb@uabcs.mx, que en la medida de mis posibilidades de tiempo libre, estoy a disposición de la memoria histórica de los paceños y paceñas.
(*) Publicado en la página de Opinión de El Sudcaliforniano el sábado 30 de mayo de 2015.