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Crónicas Urbanas

No.4

¿Dónde empezó todo?

Crónica de una familia paceña

Gilberto Piñeda Bañuelos

Todos sabemos que en La Paz hay dos barrios históricos, El Esterito  y  El Manglito,   y un Centro que los divide donde antiguamente se encontraba un gran arroyo y dos lomas a sus costados, la loma sur y la loma norte, y de la playa hacia el oriente algunos 800 metros, con un camino en diagonal desde ese pequeño puerto que iba a San Antonio y El Triunfo y seguía a San José del Cabo y otro que bordearía la bahía pasando por El Zacatal para enfilarse camino al norte.  Esa era la ciudad de La Paz hasta mediados del siglo XX, era territorialmente la misma desde la segunda mitad del siglo XIX.

   Durante el último tercio del siglo XIX y toda la primera mitad del siglo XX, invariablemente, todas las familias paceñas vivían en alguno de estos tres barrios, y si se cambiaban de casa pasaban de un barrio a otro y si salían fuera de ella, los lugares públicos obligados a practicar era la playa,  la plaza y la parroquia; ir a comprar a La Perla de La Paz, asistir a la escuelas 1, 2 y 3, a trabajar o a realizar trámites a la Casa de Gobierno y si se ofrecía asistirse en el hospital Salvatierra en el barrio de El Esterito.

Como La Paz es una ciudad-puerto muy joven, para la década de 1830 solo tendrían entre 400 y 800 habitantes  y  en 1900 el censo de esa año reporta poco más de 5 mil habitantes, quiere decir que habría  probablemente un millar de núcleo familiares (ahora hay alrededor de 45 mil núcleos familiares en la ciudad).

    Está claro que a principios del siglo XIX eran muy pocos los paceños de nacimiento, estos empezaron a serlo  a lo largo de ese siglo;  esto quiere decir que la ciudad-puerto de La Paz empezó a poblarse con personas que venían de otras partes del país o del extranjero. Así se fue forjando en el siglo XIX la identidad paceña y el sentido de pertenencia a un lugar social y natural, identificándose con el espacio que se practicaba.  Así lo confirman la mayor parte de los testimonios de las generaciones de paceños que nacieron en la década de 1920, 1930, 1940 y 1950 que todavía viven.

    No hay paceño o paceña de esa generación que no tenga en su memoria El Mogote, el Cerro de la Calavera y el cerro Atravesado; no hay paceño de esa generación que no hable del Malecón, del Muelle, del Puentecito del Esterito, del Palmar de Abaroa y del balneario El Coromuel; no hay paceño de esa generación que no recuerde la terraza del Hotel Perla, del Hotel Los Arcos y del Hotel Moyrón; no hay paceño de esas generaciones que no se fue a tomar una foto a los estudios de Macias y de Rodríguez; no hay paceño de esas generaciones que no tenga de referencia a La Perla de La Paz; no hay paceño de esas generaciones que no haya ido al carnaval, a la serenata o a un desfile cívico a la Plaza frente a la Casa de Gobierno y a misa a la parroquia de Nuestra Señora de La Paz; no hay paceño de esas generaciones que no haya visto un cortejo fúnebre rumbo al panteón de Los Sanjuanes en una carroza tirada a caballo o a pie, como se acostumbraba; en fin todo esto y mucho más representa para los paceños un sentido de pertenencia, que poco a poco va cambiando junto a las nuevas prácticas sociales de la nueva generación.

    La mayor parte de las familias de esas generaciones,  las de 1920, 1930, 1940 y 1950, proceden del siglo XIX y como  mencionamos antes, sus orígenes están en otras entidades del país y del extranjero. Cuando hablo de esas generaciones, me refiero a la mayoría de las familias que vivieron en el Centro, en El Manglito y en El Esterito. ¿Dónde empezaba El Manglito? ¿sería a unos 800 metros de la plaza hacia el sur? ¿Dónde empezaba el Esterito? ¿sería a unos 400 metros de la Plaza hacia El Norte? El límite de El Esterito era, literalmente, un estero que había en las faldas del cerro de la Colina del Sol con mangles y canoas de madera que usaban los pescadores a velo, a remo o canalete y El Manglito es el nombre de solar muy grande que había a mediados del siglo XIX sobre unos paredones de tierra que daban a la playa entre dos desembocaduras de arroyo, una especie de cañaditas, donde seguramente  había  manglares, por algo le dicen El Manglito en lugar del Manglecito.  

    La gran mayoría de las familias paceñas de esas generaciones vivieron eso que aquí hemos contado. Bastaría tomar alguna de ellas para confirmar que así es, pongo un ejemplo: hay dos personas de la generación de 1940 y 1950 que son de la misma familia, o sea son hermano y hermana, que nacieron en el corazón del barrio de El Esterito, justo atrás del antiguo hospital Salvatierra, pero sus padres habían nacido en el Centro a principios del siglo XX, su madre en 1912 y su padre en 1908, ella en una casona de la esquina de la calle Independencia y segunda Norte (Madero), contra esquina de la antigua Casa de Gobierno, frente a la Plaza (jardín Velasco) con un hermano y una hermana, que era una casa propiedad de la familia de su madre que vivía en la calle tercera entre Ayuntamiento (5 de mayo) y Constitución; él nació en otra casona con un patio interior jardinado ubicada en la calle Constitución y Primera Norte (Belisario Domínguez) con cuatro hermanas y cuatro hermanos. El padre, aunque le gustaba “pistear”, era muy cariñoso, fue un extraordinario dibujante de planos y rotulista que trabajaba en el Centro, en la oficina de Obras Públicas que estaba en la esquina de Independencia y Belisario Domínguez en la Casa de Gobierno, muy querido por propios y extraños; la madre aparte de ama de casa, además de atender a sus hijos, era educadora que trabajaba muy lejos del Esterito, en el párvulo Bonifacio Díaz, allá frente a las huertas de Los Cuatro Molinos, ella había entrado a la Normal recién egresada de la primaria, como se estilaba antes.

    Los padres de ella se llamaban María Antonia Isais Marcq, ”mamá Toña”, e Ignacio Bañuelos Cabezud, “papa Nacho” o “Don Nachito”; de ella se sabe que ambos apellidos son extranjeros, aunque sus padres son mexicanos, el primer apellido, nos contaban que es de origen hebreo sefardí, hispano-portugués, pero que estuvieron asentados en Sicilia desde el medioevo; el segundo apellido es de origen francés; de él se sabe que llegó a La Paz procedente de Ameca Jalisco y no se sabe el origen de sus apellidos, pero al parecer proceden de españoles.  Los padres de él se llamaban Filemón Cecilio Piñeda Contreras y Victoria Chacón Meza; de él se sabe que el primer apellido es de origen español aunque quien lo portaba, Victor, era filipino que llegó a La Paz para quedarse,  mientras que el segundo apellido lo portaba una familia que llegó de Todos Santos; de ella se sabe que el primer apellido es de origen español pero quien lo portaba, Carmen,  venía de Sonora; mientras que el segundo apellido, también de origen español sus descendientes cercanos son mexicanos.

    Estas familias: Piñeda Chacón (Maria Esthela, Guillermina, Roberto  Augusto, Rosalba, Norma Cecilia, Raúl, César Hugo, Leon Jorge y Fernando)  son a la vez parte de la familias Piñeda Contreras  (Luis Nicolás, Herminia, María Francisca, Víctor, Victoria y Julia) y Chacón Meza (Otilia, María Gregoria, Carmen, Fernando, Rafael y  José);  mientras que la familia Bañuelos Isais (Ignacio, Maria del Rosario y Matilde) son a la vez parte de las familias Bañuelos Cabezud (Ignacio y probablemente otros hermanos más que se desconocen sus nombres)  y la familia  Isais Marcq (Maria Antonia, Juan Gilberto, Isidro Enrique, Victoria, Jesús, Paula Alfonsina, Anselmo Alfredo, Justino y Alfredo).   Y así, todas ellas juntas hacen una de las muchas historias de las familias paceñas, que alguna vez habremos de contar, entre todos y todas, con recuerdos, con testimonios, con fotografías.

    Pues bien, hermano y hermana, con sus padres en vida, entre 1959 y 1961 se cambiaron primero del Esterito a un lugar del mismo barrio que era conocido como El Choyal allá cerca del Vallado, por Altamirano y Victoria; y después al Centro en un lugar conocido como el  Barrio de la Pedrada (dicen que porque era en el arroyo de la calle Rosales, donde se “agarraban” a pedradas los del Esterito y los del Manglito), pero que en realidad era  parte del Centro pues estaba a un lado del Hotel Los Arcos a cincuenta metros del parquecito Cuauhtémoc. Fue en esa casa familiar donde falleció Raúl Piñeda Chacón el 29 de marzo de 1986 y más tarde María del Rosario Bañuelos Isais, Chayito, el 31 de enero de 1992. Ya habían nacido sus nietos y todavía faltaba mucho tiempo para que nacieran sus bisnietos.  Ahora, le llamamos a ese lugar,   La Casa de Chayito y Raúl, un lugar donde María Ofelia Guillermina, la Ope y Gilberto Jesús, el Tito, los recuerdan con enorme cariño, cada vez que van a visitarles, imaginando a Raúl dibujando en el restirador de madera, quemado por el cigarro, tomando café,  y a Chayito por las tardes  sentada en el porche mirando hacia el malecón.

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