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REFERENCIA AHPICedohu

 

Audio: Entrevista de Gilberto Piñeda Bañuelos a Alma Amor Morales Albañez el 14 de enero de 2015.

Lugar de la entrevista: Casa de la familia Tuchman Morales en el Fraccionamiento Perla, La Paz, Baja California Sur.

Tiempo de Duración:  27 minutos.

Temática: Vida Cotidiana

Crónicas de la Historia Oral

“TRABAJÉ EN LA ANTIGUA PERLA DE LA PAZ… ESTUDIÉ EN LA 18 DE MARZO Y EN LA ACADEMIA COMERCIAL SALVATIERRA”: ALMA AMOR MORALES ALBAÑEZ.

 

Gilberto Piñeda Bañuelos

La ciudad de La Paz en las décadas de 1950 y 1960 era todavía La Paz de antes, en esa época había unos niños y niñas en el barrio El Esterito, atrás del Hospital Salvatierra por la calle Revolución casi esquina con Salvatierra, que se querían mucho, como una sola familia, pero eran tres: Los Sánchez Duarte  de la Tichi y Chema (Beatriz Duarte y José María Sánchez), Los Morales Albañez de la Tina y José (José Morales  y Ernestina Albañez) y Los Piñeda Bañuelos de Chayito y Raúl (Raúl Piñeda y María del Rosario Bañuelos), todas ellas familias paceñas. Eran tres casas, una después de otra que rentaban a Jesús Pozo pero que tenían un solo patio grande donde jugaban. Yo era uno de esos niños, los más grandes éramos La Tití y el Carlos, la Beco y la Amor, y la Ope y Yo.  La Tití falleció hace muchos años, un tres de diciembre, y la Amorcito murió hace muy poco; pero como si no hubieran muerto, parece que las estoy viendo.

Hace unos días estuve buscando unos archivos de audios de unas entrevistas que había grabado en la casa de la Lorena pero que no podía encontrar, era un 14 de enero de 2015, estaban en esa ocasión la Tina, la Ope, la Lorena y la Dora, y al rato llegó la Amorcito, de esto hace cinco años. Uno de éstos  domingos en mi estudio de  La Casa de Chayito y Raúl  encontré los archivos de eso audios y escuche de nuevo a todas compartiendo recuerdos, risas, anécdotas y ocurrencias de nuestras infancias, adolescencias y juventudes,  pero me detuve en  los 27 minutos que duró la entrevista con la Amorcito y se los quiero compartir, porque ella nos cuenta muchas cosas de su infancia y de su juventud, pero como ella partió y ya no está físicamente con nosotros, nos viene muy bien recordarla e imaginar que la tenemos enfrente platicando con ella.

La Ope y yo, somos hijos únicos de Chayito y Raúl que ya murieron, pero tenemos viva otra madre, la Tina, más hermanos, la mayoría de ellas mujeres: La Beco, la Amor, la Dora, la Delia, la Blanca, la Lorena, la Silvia, la Aidé, la Karla y el Pepe; pero lean estas palabras de la Amorcito como si las escucharan.

“MI NOMBRE ES ALMA AMOR…”

Mi nombre es Alma Amor Morales Albañez, nací el 13 de enero del año 51 en La Paz, Baja California Sur. Soy hija de José Bruno Morales Piñuelas y Ernestina Albañez Lizardi. Me casé con Agustín Tena Lerma, él de veinte años y a mí me faltaban tres días para cumplir mis veinte años. El día de ayer, trece de enero, cumplí 63 años de edad.  Tengo tres hijas mujeres, las cuales se casaron. La mayor, Alma Amor, Mónica Gabriela y Bárbara Adriana Tena Morales, ellas ya están casadas. Alma Amor está divorciada, Mónica Gabriela está casada con Daniel González Gómez y Bárbara Adriana está casada con Edgar Espinoza, ellos ya tienen sus niños. La mayor que es Alma Amor tiene dos niños hombres; Mónica Gabriela tiene dos niñas; Bárbara tiene un niño y una niña. Vivimos encantados con ellos, nuestros nietos; o sea tengo tres hijas y seis nietos, ahora tengo los nietos que no tuve de hijos hombres, pero bueno, hasta ahorita todo bien.

“HICE MI JARDÍN DE NIÑOS EN EL COLÓN… MI PRIMARIA LA HICE EN LA ESCUELA 18 DE MARZO...”

Hice mi Jardín de niños (Parvulito, le decían) en el Colón. Mi maestra era mi señorita Judith González Isais, hasta la fecha la veo y es mi señorita. Ella fue mi “señorita Judith”, la que está casada con Francisco Arámburo Salas.  Mi primaria la hice en la escuela 18 de Marzo donde estuve desde el primer año pero no terminamos el sexto, porque en esa época ocurrió el accidente de mi papá, hicimos nada más unos meses y nos salimos. En primer año fue mi maestra la profesora Yolanda Ruibal; de segundo año fue mi maestra Concha Zumaya, de tercer año fue la profesora Chencha Sepúlveda, el profe Guadalupe Collins, fue el maestro de sexto año, pero yo mi sexto año lo hice en la sala Ibo con tu tío Cesar Piñeda. En la escuela, la profesora Yolanda era la que tocaba el piano y a la secretaria de la directora era la secretaria del profesor Palencia que estaba la Secretaría de Educación Pública de antes.

Recuerdo   el callejoncito de la 18 de Marzo (que ya lo cerraron) y en la escuela estaba el teatrito de allá atrás, ¿te acuerdas del teatrito de atrás?.. ahí donde hacían las asambleas, no tenía techo; estaban los árboles de la india “grandotes” frente a la escuela y recuerdo que yo lloraba todos los días afuera con dos velices de lámina que teníamos (y tuvimos unas mochilas de cuero que nos mandaron hacer no sé dónde) cuidando el mío y cuidando el de la Beco que todos los días estaba en la Dirección.  La metían a la Dirección todos los días porque se peleaba con el Alfonso Sánchez y con el Toño Escudero.  Todos los días se agarraba a “puñetazos”, diario, cuando no era el Alfonso era el Toño; no se podían ver, eso parecía; entonces la directora que era la profesora Rosa Sánchez la castigaba. Entonces te digo que yo todos los días lloraba afuera, en la banquetita, abajo de los árboles ahí sentada llorando hasta que diera el tiempo; cada día la castigaban, los dejaban a los tres, o a los dos, depende con quien se había agarrado. Me acuerdo que a veces tú te ibas con nosotros, nos íbamos por allá por donde estaba don José, por toda  la Revolución, la Beco iba “chiroteando” y yo todo el camino hasta que llegaba a mi casa, llevaba los dos velices, salía de la escuela con dos velices y llegaba a mi casa con dos velices, porque ella iba brincando arriba de los árboles y me prometía un tamarindo, pasábamos por unos tamarindos y me decía “te voy a dar un tamarindo si me cargas el veliz”, y era ella la que se encaramaba en los árboles y agarraba un tamarindo y yo cargando los velices , me daba uno para mí pero ella se quedaba brincando en los árboles, se subía. Y esas banquetas de don José, no sé si te acuerdas de esas banquetas, eran altas, porque abajo era tierra no estaba pavimentada, y enfrente estaba la panadería La Colimense en la esquina. A veces también nosotros íbamos al mandado hasta allá con don José a comprar el petróleo en la esquina de Revolución y Morelos, ahí era una tiendita de abarrotes que vendía petróleo también, enfrente estaba la panadería y las casas como están ahorita.

 “COMO ÉRAMOS UNA FAMILIA DE PURAS MUJERES Y MI PAPÁ ERA CELOSO… ENTONCES ESTUDIÉ EN LA ACADEMIA COMERCIAL SALVATIERRA...”

Como éramos una familia de puras mujeres (un sólo hombre, pero todavía no nacía) y mi papá era celoso, entonces no nos permitía estar en una escuela donde hubiera los dos sexos. Entonces, yo por esa razón no tuve la secundaria, no fui a la secundaria Morelos que era la única secundaria que había aquí.  Pero estaba la escuela de la señorita “Conchita” Casillas que era Enseñanzas Especiales cerca de los cuartos del 5 de mayo antes de llegar a la tienda del Charro Valencia.  Ahí estuvimos, pero en el segundo año ya no lo hice ahí porque cambiaron de domicilio pues le pidieron a la señorita “Conchita” el lugar que era rentado y nos pasamos donde estaba primeramente la secundaria Morelos, donde después estuvo el cinema La Paz y después el Cheve and Music. Ahí me tocó hacer mi segundo año en Enseñanzas Especiales, fue cuando la secundaria Morelos estrenó local y se fue para allá y lo dejó vacío y de ahí nos pasamos en Enseñanzas Especiales que era una especie de  nivel secundaria técnica, que era mixto, hombres y mujeres, y eso fue porque  mi papá siempre confió porque era la señorita Conchita, que a los hombres lo pasaba para un lado y a las mujeres para otro lado, acá en la hora del recreo. Pero el segundo año yo no pasé una materia, que fue la de contabilidad y documentación, no la pasé, la reprobé y la tenía que hacer extraordinaria, y dije, “yo no voy a hacer extraordinario”, porque yo no quería mucho al maestro de esa clase. Y dije: “No, no, no, yo no quiero volver a esa escuela”. Entonces mi papá dijo, “tienes que hacer extraordinario”. Como antes una no se mandaba sola, yo le lloré, le supliqué y le dije por qué no me ponía en tercer año en la Academia Salvatierra donde son puras mujeres. Y dijo mi papá “¡perfecto!!... Si son puras mujeres”.

Entonces en la Academia Salvatierra llevaban otro sistema de todo, aunque era más adelantado el de Enseñanzas Especiales sobre todo su nivel de estudio. Entonces me hicieron un examen. Yo hablé con la profesora Yosa que era la directora de ahí y me dijo, “bueno, te vamos a hacer un examen a ver si te permitimos entrar a tercer año si no tienes que empezar de primero nuevamente”. No pues, en un ratito hice mi examen. Bien todo. Ahí fue donde terminé yo mi tercer año ya de Comercio, con clases anexas de contabilidad, taquigrafía, mecanografía y de ahí me recibí de Taquígrafa Corresponsal. Estando ahí, no es por nada, pero llevaba muy buenas calificaciones, muy bien. A mí ya me tapaban el teclado de la máquina para escribir, para hacer los exámenes de mecanografía; y la Pepsi-Cola en ese tiempo pidió a tres personas para que fueran a trabajar, yo tenía apenas quince años, entonces nos mandaron a hacer el examen a la Pepsi-Cola y quedé. Fuimos como unas seis o siete a las oficinas de la  Pepsi-Cola estaba acá por donde está ahora el Baja Ferris,  por la Normal Urbana, por ahí en la Allende.  Ahí me hicieron el examen y quedé. Entonces me dijeron ya así, preséntese el lunes. Pero cuando ya me pidieron mi acta de nacimiento y algunos documentos, entonces yo tenía quince años.  Ya al otro día que fui a trabajar, yo muy contenta, pero de quince años no se permitía porque ellos tenían mucha vigilancia por parte de las autoridades porque era distribuidora de refrescos, por Hacienda, por Salubridad, por todo eso, y antes no se podía trabajar de quince años, no sé si todavía ahora sí se puede. Entonces me dijeron que cuando cumpliera los dieciséis fuera, que tenía mi trabajo, pero no. Luego de ahí, pues ya me vine muy triste a la escuela, porque yo quería trabajar, además que tenía necesidad, yo quería trabajar.

“YO TRABAJE EN LA ANTIGUA PERLA DE LA PAZ… DE AHÍ… HICE UN EXAMEN EN EL GOBIERNO”

Me vine muy triste, pero seguí estudiando, y como la Academia tenía mucho renombre las alumnas estaban bien preparadas, eran buenas mecanógrafas, buenas taquígrafas, buenas de todo. Entonces, pidieron de La Perla de La Paz a personas que fueran a ocupar un puesto. Ahí voy yo también, ya medio me colé. Ahí voy. Nos dijeron. “A ver tú, tú fulanita y tu menganita van a hacer un examen de La Perla” (me faltaba poquito para cumplir mis dieciséis años). Ya fui y quedé. Entonces, ese día me dijeron si quería estar todo el día trabajando. Ese día estuve con el señor Raúl Navarro que era el contador, me puso en su área de contabilidad, pero como yo no manejaba contabilidad, me pusieron en un archivo y ahí trabajé. Julián Beltrán era mi jefe.

Yo trabajé en el edificio antiguo de La Perla de La Paz cuando estaba el banco, que había una ventanillita nada más así, había mostradores de madera, ahí entrabas y estaban las señoras De La Peña y estaba don Pablito Rochín (el abuelito del Pablo, casada con la Karlita mi hermana) y había un “privadito” que era donde estaba don Antonio Ruffo, el señor, el viejo pues, el papá de todos los Ruffo. Ahí, él me entrevistó y ya me quedé ahí. Después de ahí pasé como ayudante en recibir los cobros pues los cobradores de La Perla salían en moto a cobrar y en la tarde, a las cinco de la tarde llevaban los reportes de los cobros. Y entonces uno tenía que hacer los recibos y recibir ese dinero, y después uno pasaba a la caja, a la bodega, lo que es la caja grande, ahí pasaba y ahí le recibían a uno, le sellaban todos los recibos y pasaba con el dinero. Después de estar acá con don Raúl Navarro y con Julián Beltrán, después me pasaron para allá, para enfrente, donde estaba Elvirita Peña, una de Las Peñitas. Ya estando ahí, yo recibía todo de los cobradores, todo el dinero yo lo recibía y les hacía un recibo. Se llevaban ellos las notas a cobrar porque las cobraban en una moto.

Ya de ahí quise hacer la secundaria nocturna porque yo siempre tuve la “cosquillita” de que yo quería hacer la secundaria nocturna y me dieron permiso, me daban tiempo. Yo cuando salía de La Perla de La Paz iba a la secundaria nocturna que está en la Miguel Hidalgo,  nos íbamos tres amigas, corriendo, ¡eh!, no teníamos carro, no teníamos quien nos llevara, así que vamos corriendo hasta la escuela Miguel Hidalgo para alcanzar la primera hora, pero casi siempre la perdíamos porque no alcanzábamos. Entonces, ya después nos dijeron “que no”, que teníamos que tener todas las materias, pues, perdíamos una y la íbamos arrastrando siempre, no pues ya me salí, ya no pude hacer mi secundaria. Siempre quise haber estudiado algo más, no se pudo.

Luego de ahí, llegó la Sonia mi prima, y me dice, “¿sabes qué? Va haber plazas en el gobierno”. ¡Cómo que va haber plazas en el gobierno! “Sí, va haber plazas en el gobierno. Oyes, corre, ve”. Pero cómo, digo, ahí con los Ruffo no podíamos faltar. Nada, no podíamos faltar. No podíamos masticábamos chicle, ni nada. Pero cuando llegaban los tiempos de Navidad, los muchachos que estaban en los abarrotes nos llegaban con las latas de dulce y los costales de cacahuate, entonces ellos vendían por el otro lado, hacia allá por el “callejoncito” donde estaban “Las Duarte”, en ese callejoncito que se llamaba Mijares por donde está el edificio que ahora es de La Piky. Ahí toda esa “tirita” era la parte de los abarrotes de La Perla de La Paz cuando yo trabajaba en ese tiempo.  Cuando llegaban los chocolates, los cacahuates y dulces de lata… los muchachos de la tienda, los abarroteros usaban el mandil con bolsitas, dos o tres cacahuatitos que era lo que nos llevaban, nos decían “aquí te traigo esta nota” y nos daban dos cacahuatitos, o dos tres dulces que se metían a la bolsa del mandil.  Eso, a mí me tocó lo de los abarrotes.

Después fui quince o veinte días secretaria auxiliar improvisada de don Agustín Ruffo. Nadie quería ser la secretaria de don Agustín Ruffo, porque la secretaria nunca salía de vacaciones porque no había quien se quedara en su lugar. Yo era nueva, yo no sabía qué, y obviamente todo lo que me daban lo hacía. Decía: “a mí no me van a correr porque no sirvo, yo voy a hacer todo lo que pueda", entonces me dice la secretaria “sabes qué Alma Amor… me vas a cubrir veinte días de mis vacaciones”, pos no faltó quien me dijera, “¡no!, don Agustín Ruffo, no. No lo vas a soportar, no soporta a nadie pues su carácter es muy fuerte”. Yo me encomendé a Dios, dije “¡ay Diosito ayúdame!, ayúdame cuando menos a aguantar los veinte días”. Pues me fui como secretaria de don Agustín y la que había sido su secretaria siempre fue una que se creyó mucho. Entonces yo me sentía así “chiquita”, entonces dije, “qué tanto puede decir, que me corra, ni modo, ¿no?” Y fui, estuve los veinte días taaan a gusto. Era una persona tan correcta, tan respetada, y respetable para mí. O sea, yo le tenía un terror. Con terror entré a ese lugar por todo lo que me habían dicho, yo no sabía, me senté en el escritorio y temblaba… ¡temblaba! Me dictaba, yo era muy buena taquígrafa, pero en casos ni lo oía cuando me dictaba, de los nervios. Ahí se llevaba el control de toda la ferretería, se llevaba el control de las garantías de las baterías. Ellos eran los únicos que vendían baterías y ellos daban garantías, las garantías las llevaban por orden. Él me quiso calar, me dice, “me da, por favor, la garantía de fulano de tal a nombre de tal persona”. Sí, señor. Y ahí voy, de pura chingadera saqué del archivo y lo voy encontrando. Y le caló. O sea, yo no sabía, no me dijeron nada qué iba a hacer, pues. Nomás ahí te sientas y contestas el teléfono. No, me empezó él a calar. Bueno, te digo, pasaron los veinte días, me dio las gracias. Yo nunca pensé que él me lo dijera, eso era mi obligación, pero me dio las gracias una persona tan correcta, muy serio, muy educado.

Bueno de ahí me fui, hice un examen en gobierno, dije, bueno, “¿qué voy a decir?, ¿qué me voy a sacar una muela?”. Y así fue, dije que me iba a sacar una muela, que luego traía el comprobante, sin saber cómo.  Ya me fui al gobierno, me recibió la secretaria del licenciado Monzón, que era el tesorero, en aquellos tiempos estaba de gobernador Cervantes del Río, que lo había traído de México. Él me recibió y ya le dio la indicación a la señorita, que me hiciera el examen. La secretaria era María Carballo, hermana del “Neto” Carballo.  Me dictó, me dictaba para que lo escribiera en taquigrafía y me decía que lo pasara a máquina y yo tenía que presentar el formato como va, pues, un oficio. Pero eso, yo ya estaba empapada porque en la Academia era su “mero mole”, nos ponían a hacer oficios. Lo hice, y me dijo “ahora te voy a calificar la ortografía también”. Igual teníamos clases de ortografía. Yo llegué con una ortografía pésima en la Academia, cuando llegué, pero ahí nos corregían. Ahí había clases de ortografía por hora.  De ahí me hizo el examen de matemáticas, me hizo suma, resta, divisiones y todo eso, y ya me dijo, “espérese... se lo voy a pasar al licenciado”. Y ella me lo calificó, puros dieces. Ya me lo calificó, y me dice la secretaria “¿se puede quedar de una vez?”, porque el licenciado no salió (dije entre mí “a ver cómo le hago”). “Sí, de una vez me quedo”. Esto fue así porque estaba una muchacha que se iba a casar, pero ya había metido su permiso, y ese día quería salir. Ella se casaba y se iba, y quién me iba a enseñar a mí. Y con el pie derecho entré, y ya me pasaron a Recaudación de Rentas. Yo siempre estuve en Recaudación de Rentas porque desde principio ahí me asignaron, precisamente porque esa muchacha que se apellidaba Talamantes se iba a casar, ella era la cajera y ahí me ubicaron.

Ahí ya empecé a trabajar a un ladito de ella, y me decía: “mira que esto se hace así, los recibos se checan así, llevan una copia aquí, otra copia acá”. Bueno, al otro día ya me iba a ir a trabajar, me quedaba solita, dije yo, pues ni modo. Ese día salí a las dos de la tarde y me fui a La Perla a presentar mi renuncia, ya a me pasaron con don Antonio. Tengo la sensación de que don Antonio me dijo: “no sé por qué se va, pero no quisiera que se fuera, es una persona que me ha ayudado mucho”, que no sé qué. Y… entonces, me dijo, “¿cuánto le van a pagar allá? Para ver si igualamos lo que le dan”. Y le dije que todavía no sabía porque yo realmente ni pregunté cuánto pagaban, hice el trabajo, pues. Lo que yo iba aspirando es que quería hacer la secundaria nocturna, pues. No pregunté ni cuanto me iban a pagar, porque lo que yo quería es hacer la secundaria nocturna y tenía que tener la tarde libre. Le dije, sabe lo que más estoy peleando es mi tiempo porque yo tengo que hacer la secundaria nocturna. Y por eso estoy agarrando un trabajo de turno hasta las dos de la tarde, y ya me dijo que “pues ni modo, ¿no?”, que si era mi aspiración, qué estaba de acuerdo, pero que ahí tenía mi trabajo. Otro día me fui a trabajar al gobierno.   Seguí y fui subiendo poco a poquito… hasta que me jubilé...

Hasta aquí la palabra de la Amorcito… Una historia inolvidable para tenerla siempre con nosotros y nosotras.

La Paz, Baja California Sur, a 15 de marzo de 2020.

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Fotografía de la niña Alma Amor Morales Albañez después de su bautizo el 8 de marzo de 1952 dedicada a su madrina María Antonia Isais Marcq “Mamá Toña” esposa de José Ignacio Bañuelos Cabezud “Papá Nacho”.

Foto: Archivo Familiar Piñeda Bañuelos.

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